Vicente Ameztoy

(San Sebastián, 1946 ─ 2001)

Obras del autor

XX-XXI Español
Vicente Ameztoy crece en San Sebastián, en un ambiente culto, guiado en su aprendizaje pictórico por su tío, Gonzalo Chillida (1926-2008), y por las clases de Ascensio Martiarena (1884-1966). En 1959, con trece años, participa, fuera de programa, en la Exposición de los 10, muestra icónica que reúne a los artistas vascos del momento. En los años siguientes interviene en el ambiente cultural local y obtiene varios premios de pintura. En 1964 asiste brevemente a la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, donde entra en contacto con Antonio López (1936), encuentro que, en los años sucesivos, suscitará algunos paralelismos en la producción de ambos artistas, como la inserción de rostros femeninos y frutas en escenas surrealistas. Ese mismo año participa en la exposición inaugural de la histórica Galería Juana Mordó, y en 1967 la galería donostiarra Barandiaran le dedica su primera exposición individual.

En 1970 comienza a residir en la casona familiar de Villabona (Guipúzcoa), experiencia que determinará su estilo pictórico. Ameztoy quiere hablar de la historia de su propio territorio, y para ello se sirve de la percepción equívoca, la trampa, la confusión, el reflejo o la niebla. Crea un mundo ambiguo, en el que las figuras humanas se confunden y diluyen, integradas en un paisaje que, a su vez, emana del interior de los propios cuerpos.

A menudo juega con la creación de muñecos y marionetas de partes articuladas y ojos móviles, que si bien constituyen una reflexión acerca de los juegos infantiles, al mismo tiempo se presentan como macabros seres inanimados cuya aparente conciencia mecánica nos espía. Otras veces se centra en la construcción de cajas compuestas de objetos encontrados e intervenidos.

Algunos de los artistas vascos de la generación anterior, que experimentaban la necesidad de crear un arte antiburgués y antifranquista, consideraron esta apuesta como banal y conformista. Sin embargo, y aunque no llegaran a surgir colectivos artísticos, el espíritu común que marca a la generación de Ameztoy es precisamente esa práctica lúdica, irónica y figurativa.

Durante los años setenta y ochenta incluye en su pintura bultos y figuras extrañas envueltas en paños, que parecen germinar de los elementos naturales. Las imágenes humanas de sus pinturas se recrean, una vez más, en el engaño: son criaturas mecánicas, o personas con extremidades ya transparentes, ya de madera; a menudo con ropajes hechos de vegetación.

Estos personajes que se enmarcan en una escenografía teatral, mítica, parecen relatar enigmáticas leyendas, que incluyen elementos del paisaje vasco −destacan los almiares, estructuras para secar paja−, de su pasado cultural –las vestimentas ancestrales− o incluso a los propios familiares del artista, que, revestidos de una simbología personal, son elevados al estatus de mitología.

Su último gran proyecto es el encargo para la ermita de Nuestra Señora de Remelluri (Labastida, Álava), un conjunto formado por seis santos relacionados con el territorio vasco y las labores agrarias, y un cuadro del Paraíso, una serie que finaliza en 2001, poco antes de su fallecimiento.

La carrera de Vicente Ameztoy queda marcada además por su relación con el cine, el teatro y el diseño. Trabaja junto al cineasta Jesús Almendros en varias ocasiones, diseñando la escenografía y el vestuario para la pastoral suletina Pantzart (Agerre Teatroa, 1991) e idea portadas para Euskadi Sioux (1979), Zeruko Argia (1978) y para libros de la editorial Hordago, entre otros.

Su obra se encuentra en importantes colecciones de arte vasco, como Colección Artium o Colección Kutxa. En 2020, el Círculo de Bellas Artes de Madrid y el Museo de Bellas Artes de Bilbao le dedican una gran exposición retrospectiva que repasa su producción.