Feliciano Hernández

(Gallegos de Altamiros, Ávila, 1936 - Navalcarnero, 2018)

Pareja

1960

bronce patinado

198 x 93 x 58 cm

Nº inv. 416

Colección BBVA España


No contento con los cauces rígidos que le impone la formación académica en Bellas Artes, Feliciano decide abandonar los estudios para dedicarse a la escultura. Su proceso creador siempre ha estado presidido por el signo de la experimentación formal.
 
En su primera época, el hierro cobra protagonismo y se convierte en su obsesión. En su trabajo de este metal, en el que el fuego tiene una importancia capital, la fundición deja paso al elemento primigenio, mediante el cual el artista utiliza el metal como si de barro se tratase, modelándolo y alterando su forma cuando aún lo permite la materia al rojo vivo.
 
Tras los tanteos iniciales con las chapas de hierro, que aprendió a trabajar en las fraguas de Navalcarnero, comienza a construir objetos -orgánicos y geológicos- que emergen de un pedestal de piedra, en los que las fisuras y los huecos muestran el espacio existente tras la obra, introduciendo un diálogo entre el hierro y el espacio.
 
Crea bloques con trozos de gruesas planchas de metal para con ellos construir formas mediante agrupaciones de piezas que generan los volúmenes que articulan la misma obra. Al estar formadas por elementos que dejan ver el espacio posterior, se multiplican las posibilidades de percepción como consecuencia de la luz, el color y los objetos que rodean a la propia obra.
 
De este momento de su creación existen dos ejemplos en la Colección BBVA; una figura aérea de 1964, que transmite a través del trabajo realizado en esas chapas de hierro superpuestas una figura a medio camino entre la ligereza de un ave y las formas vegetales, y esta Pareja de 1960, en la que la forma se ha reducido a las líneas mínimas.
 
Con un esquematismo netamente figurativo, representa a un hombre y una mujer en tamaño natural, utilizando también el recurso de la figura en hueco, que sugiere el volumen mediante un vacío convexo. La obra está realizada mediante la técnica de batir la chapa, que también utilizó Gargallo.
 
La obra, claramente figurativa y tímidamente expresionista, ilustra el camino que muchos escultores de su generación van a tomar desde la figuración hacia la abstracción.