Xesús Vázquez

(Orense, 1946)

Maelström

1984

técnica mixta (pastel, gesso y tinta china) sobre papel

71,2 x 95,3 cm

Nº inv. 2417

Colección BBVA España


El mar es protagonista de muchas de las obras de este artista. Es el único punto de atención en el que no hay espacio para otra cosa. No hay cielo ni tierra, solo agua agitada y nerviosa que de manera implacable crea vórtices marinos, oscuros, temibles y misteriosos.

Partiendo de un estilo abstracto, a mediados de los ochenta se produce un cambio en su obra, que se orienta hacia la figuración. Esta obra se sitúan en el año de transición a sus posteriores espacios figurativos y metafóricos.

Vázquez utiliza medios plenamente pictóricos para crear esas olas azarosas, usando fuertes empastes, pinceladas largas y enérgicamente trenzadas, dentro de una gama cromática reducida al blanco y negro, o al blanco y azul.

Apasionado por la poesía, sus obras tienen fuertes dosis de lirismo, y en ellas establece una relación entre el arte de la palabra y el de la pintura. Este trabajo está inspirado en la descripción de vórtice que hace Edgar Allan Poe en Un descenso al Maelström, “ vasta superficie de agua que reventaba bruscamente en una convulsión frenética”. Para Poe sería el destino de toda agua que, silenciosa, se impregna de sombra y sufrimiento, como un espejo de la misma muerte.

El remolino marino queda desplazado hacia un lado de la composición. Es temible; su oscuridad enfatiza la sensación sublime de terror y al mismo tiempo lo hace atractivo. Puede llegar a recordarnos las tormentas nocturnas de Joseph M. W. Turner (1775-1851). El espectador se encuentra ante una naturaleza convulsa y amenazante, que le lleva a reflexionar sobre el hombre frente a su destino y frente a sí mismo. Para el artista no es importante el paisaje como tal, sino que se interesa por los lugares que implican un reto sobrehumano, que obligan al individuo a poner en marcha la supervivencia más extrema. Una belleza peligrosa ante la que nadie puede permanecer impasible.