Francisco Toledo

(Juchitán, Oaxaca, 1940 – Oaxaca, 2019)

La Cenicienta

1984

litografía sobre papel

61 x 41 cm

Nº inv. CAB148

Colección BBVA México



Francisco Toledo no sólo ha sido un promotor cultural sin igual en México. También ha sido un artista de prodigioso entendimiento. Toledo no ve: alucina. Tiene una conexión con la naturaleza y con la memoria ancestral que ningún otro artista ha alcanzado. Sus valores plásticos se sustentan en la meticulosidad manual; las fuentes de su ornamentación han de rastrearse en los frisos de las pirámides zapotecas, en las urnas de Monte Albán, en los mascarones del sitio arqueológico de Lambityeco y en las vasijas y códices mixtecos. La pulsión sexual, motor de su imaginario, queda manifiesta en los autorretratos y en un lúbrico bestiario de sapos, chapulines (saltamontes), iguanas, cangrejos y lagartos.

La obra de Toledo metaboliza los géneros y los elementos de la naturaleza en una procreación constante que restituye el movimiento cíclico de la vida. Humanos, flora y fauna copulan jubilosamente para convertir el universo en un inmenso cuerpo en celo. 

La Cenicienta atestigua su versatilidad en la práctica de técnicas de estampación (piedra, madera, azúcar mezclado con tinta china y jabón) y peculiariza su obsesión por los mitos remotos y recientes. También traduce su gusto infantil por el juego. Toledo trabajó mucho para los niños: ilustró cuentos y diseñó juguetes, rompecabezas, abecedarios en zapoteco y mixe, entre muchos otros objetos artísticos y funcionales.