Tellaeche había sido marino, y su conocimiento náutico se manifiesta en el tratamiento y representación de las barcas, que en esta ocasión centran la composición del puerto pesquero de Bermeo (Vizcaya).

El pintor orientó su obra sistemáticamente hacia la representación de marinas y paisajes portuarios, de ahí que se le conociera en su época como “el pintor del mar y de sus gentes”. Muchas de sus pinturas de paisajes de su tierra se dieron a conocer en importantes galerías y salones parisinos del momento.

Con este óleo el artista logra captar la esencia del paisaje vasco, valiéndose de una paleta de color rica en tonos ocres en contraste con esos puntos de luz que emergen del paisaje y de la barca en primer término. El cielo lo resuelve mediante una pincelada suelta y vigorosa, emborronando la pintura base, otorgando un mayor realismo a ese cielo norteño de carácter plomizo.

Como reutilización del soporte, el artista, en el dorso de la obra, ha dejado abocetado un retrato de un muchacho bajo el título “Txo”.