En este espléndido lienzo se combinan el rigor y el misterio, dos grandes características de este pintor.
 
Perteneciente a la generación que emergió en la década de los ochenta, durante este periodo el artista investiga la imagen lúdica de la pintura a través de un lenguaje depurado. Tras abandonar radicalmente el neoexpresionismo matérico, adoptó una figuración estilizada de perfiles muy definidos, ejecutados con meticulosidad y pulcritud. En ella la figura y los objetos transgreden el límite entre realidad y ficción y se adentran en un mundo estereotipado, congelado, cercano al de las representaciones heráldicas.
 
Desarrolla una estética muy personal caracterizada por un dibujo depurado que le permite investigar en torno al color, la figura, la naturaleza y el mundo objetual. Su obra sitúa al espectador entre lo conceptual y lo sensitivo. 
 
En este lienzo de personajes clónicos, representados con una gama cromática reducida y suave, la imagen especular se define con nitidez sobre ese fondo monocromo y uniforme.
 
Las paradojas conceptuales se suceden en sus composiciones, en las que enlaza las representaciones y pone a prueba la percepción del espectador.