Darío Urzay

(Bilbao, 1958)

Sin título I

1989

óleo sobre lienzo

184,8 x 184,8 cm

Nº inv. 2598

Colección BBVA España


A medio camino entre la fotografía y la pintura, este artista utiliza el óleo como si fuese una fotografía microscópica, constituyendo un territorio imaginario e intangible.

Darío Urzay se forma en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad del País Vasco, iniciándose como artista hiperrealista. Serán sus viajes a Londres y Nueva York los que le hagan evolucionar hacia una abstracción en la que siempre hay algo que evoca la realidad.

Urzay no considera el arte una herramienta para expresar su vivencia interior sino un medio para adecuarse al mundo que le ha tocado vivir. En sus obras, en las que existe un gran equilibrio dinámico y un movimiento constante, muestra su interés por el conocimiento humano, la geografía, la biología, la química y la programación informática, en una incesante búsqueda en la que nada es definitivo.

Darío Urzay agrupa sus obras en torno a series que se agolpan y se desarrollan en ocasiones durante varios años.

Esta obra de 1989, Sin título I, está dentro de su serie Londres, que realizará en la fundación Delfina Studios de dicha ciudad durante ese año. Seguirá desarrollando esta misma idea hasta 1991, ya en Nueva York.

Dentro de esta serie encontramos referencias al mundo de los documentales sobre naturaleza. Es en esta época cuando su pintura empieza a desmaterializarse y aparecen grandes huellas dactilares y círculos de spots pictóricos, como las manchas de color en la paleta de un pintor.

La obra parece representar las luces nocturnas de una ciudad a través de un cristal mojado. Urzay utiliza pigmentos muy diluidos, sobre los que trabaja con brochas anchas con poca carga pictórica, de manera que la pincelada queda marcada y al mismo tiempo deja entrever la base de pintura más diluida. Esta técnica, además de dar textura, permite crear espacios enigmáticos en los que las formas parecen borrosas, desenfocadas. Estos elementos imprecisos se combinan con formas más matéricas, creando un espacio profundo que incita a la mirada a desplazarse más allá, hacia un fondo infinito e inexistente.

El resultado que proporciona esta técnica es similar al de una foto desenfocada, en la que no se logra ver con claridad lo que representa, pero en la que intuimos cierta relación con la realidad, aunque no exista.