Luis Fega

(Vegadeo, Asturias, 1952)

Germinación

1990

óleo sobre papel pegado a tabla

122,7 x 82 cm

Nº inv. 4084

Colección BBVA España


Según la definición de la RAE, “germinar”, dicho de algo moral o abstracto, significa “brotar, crecer, desarrollarse". Esto es lo que sucede en esta obra en la que la materia germina sobre el cuadro de manera deliberada, del mismo modo que brota una semilla en la tierra.
 
Fega comienza su carrera dentro del paisaje gestual y matérico, pero se abandonará poco a poco en el camino del
, para saciar su necesidad constante de creación. Ya no le interesa tanto la forma sino la proyección de la materia.
 
Al igual que a José Manuel Ciria (1960) o a José Joven (1959), le interesa la mancha a partir de la cual se desarrolla el cuadro, no se ciñe al trabajo de una imagen determinada. Crea elementos que se alejan de la meditación, que están en lo que el propio artista denomina “el lado oscuro, hacer surgir el misterio, lo mágico, lo que no conoces…” Se centra, por tanto, en encontrar una forma que surja accidentalmente de la materia, que libremente, aunque siempre de manera controlada, deambula por el soporte para crear figuras que parecen en constante transformación.
 
El desarrollo de la mancha no depende de la razón ni de la mano del artista, sino de la acción gestual de su cuerpo, algo que aprenderá en su viaje a Nueva York (1978) de los expresionistas abstractos. El proceso de creación exige una contemplación detenida, esperando a que surjan las formas de manera natural, pero sin desbordarse, buscando el equilibrio entre mesura y vistosidad. 
 
Germinación (1990) es una obra centrada en el misterio de la tierra, con referencias a la biología, no miméticas, como se viene haciendo a lo largo de la historia del arte, sino como modelo de generación de vida, como una especie de ritual que persigue la razón interna de la formación de las cosas.
 
Trabaja sobre fondos matizados, de colores suaves, pardos y oxidados, contrastados con grises y marrones oscuros, que suele utilizar para enmarcar lo que podría considerarse la escena principal, como ocurre en esta obra. Con ello destaca elementos que normalmente quedarían en la sombra; convierte el marco en parte fundamental del equilibrio de la obra.
 
En el centro de la composición, como surgiendo de la tierra, aparecen dos formas gemelas, de oculta simetría, que tienden a una configuración regular. Bajo ellas una inscripción indescifrable, que recuerda a las letras romanas sin orden alguno: INAL OSMVPR MVC. Es como si el artista quisiera volver a un tiempo primitivo previo a la escritura, al punto de partida del origen de la naturaleza.