Pintor de gran personalidad y fantasía creadora, en 1987, momento en el que se le conocía más en Estados Unidos que en España, realizó una exposición en la Galería Kreisler de Madrid y participó en el V Certamen de Caja Postal, por lo que posiblemente esta obra formó parte de dicho certamen.

En esta composición resulta evidente la fuerza y el color; un color brillante de tonos puros que deposita sobre un fondo realizado en gama de grises, vehículo y soporte sobre el que dispone una suerte de grafismos que atrapan la mirada del espectador. Pero la distribución de estos elementos no es fruto del azar, sino de la voluntad del artista, que ha ordenado geométricamente estas estructuras buscando una unidad. Son sus pinceladas rojas y amarillas las que rompen la armonía del fondo gris enriqueciendo el conjunto.

Mediante sustratos o capas busca ordenar la composición, como si su referencia fuese un muro ciudadano poblado de grafitis. Ese mismo muro que ya desde mediados de los años cincuenta utilizara Tàpies para sus obras; muros en los que sobre un fondo cromático también gris, depositaba su paleta de marrones y ocres.

Su obra se caracteriza por un sinfín de superposiciones de líneas, conjuntos de rayas, signos y juegos de colores que configuran un extraño laberinto, un panorama rico en matices. Y es que, para el pintor, la vida es un laberinto extraño, inquietante y oscuro, pero donde siempre está presente un mensaje, algo que decir y expresar. El horror vacui presente en sus composiciones le permite poner de manifiesto sus complejas alegorías y la interesante maraña de su leguaje onírico.