El lugar de los sueños para Antonio Rojas es el puerto de su Tarifa natal, iconizado en la mayor parte de sus obras mediante ese faro y la escollera que se adentra en el mar. Una composición enigmática, que parece sumergirnos en una geometría onírica, pues “geométrico es también el contorno exterior de los recuerdos”, como afirma el propio artista.

En sus obras encontramos el modelado de Piero della Francesca (1415-1492), la superposición de planos de Kazimir Malevich (1878-1935), el análisis espacial de Giorgio de Chirico (1888-1978) y los juegos de percepción visual empleados por René Magritte (1898-1967), pero sobre todo, la preocupación por el espacio: “los espacios hablan”. Su obra es una continua reflexión en torno a los límites, el horizonte, el viaje hacia lo desconocido.

El motivo del puerto se repite tanto en la obra de Rojas que parece casi un pretexto para jugar con los sistemas de representación, con la percepción del que mira. Podemos ver a la izquierda un mar iluminado por el sol, acotado por el puerto y un faro que parece un obelisco clásico. En el mar se nos abre un doble marco hacia otro mar, haciendo que el que antes observábamos se convierta en pared.

Bruscamente, rompe la claridad para mostrarnos el puerto en la noche, geometrizado mediante el encadenamiento de triángulos. El gran plano-mar oscuro remite a las obras realizadas durante su estancia en los Delfina Studios de Londres, entre 1990 y 1991.

A lo largo de la década de los noventa irá aclarando y recuperando el cromatismo y la figuración, pero siempre dentro de esa misma temática en la que se acentúa el juego de la percepción.