Miguel Ángel Campano

(Madrid, 1948-2018)

I Roja

1981

Serie Voyelles

acrílico sobre lienzo

202,5 x 248 cm

Nº inv. 422

Colección BBVA España


El amor por la pintura se hace evidente en Campano a través de un lenguaje único y personal. Según sus propias palabras, José Guerrero (1914-1991) fue su maestro: “Él fue quien me encauzó por la vía pictórica. Yo venía de otras formas de arte, del bricolaje, cosas que no eran pintura pura. Su lección fue conducirme a esa pintura pura”.

Tras sus primeras experiencias dentro del automatismo, en los setenta utiliza como referente la obra de Gerardo Rueda (1926-1996) y Gustavo Torner (1925),
que le aportará una ordenación compositiva y cromática. En 1974 se traslada a París, donde su pintura se expande y se libera, más en la línea del expresionismo norteamericano, que le lleva a utilizar grandes formatos en sus obras y a que estas ganen en expresividad y dinamismo. En los ochenta comienza a trabajar en series que abordan temas poéticos o reinterpretaciones de grandes pintores a los que admira, como es el caso de Nicolas Poussin (1594-1665), Eugène Delacroix (1798-1863) y Paul Cézanne (1839-1906).

Las series Voyelles (Vocales), pues son dos las desarrolladas por el artista, nacen de una referencia literaria, el universal poema del mismo nombre de Arthur Rimbaud. Joan Miró (1893-1983) ya había utilizado este famoso soneto como germen de una de sus obras, El sonido de las vocales (1966). En cada verso, Rimbaud busca provocar “el sentimiento que produce esa letra como ser que tiene una vida interior”. Al asociarla a un color, dota a cada una de las vocales de una resonancia cromática, creando una doble percepción de su esencia.

En el caso de esta obra, toma como referencia los siguientes versos: “I rouge… / I, pourpres, sang craché, rire des lèvres belles / Dans la colère ou les ivresses pénitentes…” [I roja... / I, púrpura, sangre, esputo, reír de labios bellos /en cóleras terribles o embriagueces sensuales].

I Roja pertenece a la primera serie de Vocales, iniciada en 1979 y, a diferencia de la segunda, repleta de color. El inicio de la serie, según afirma Juan Manuel Bonet, fue una “acuarela naturalista” que trasladó a varios cuadros de gran formato. Muy gestual, en la línea de José Guerrero, la superficie del lienzo, cuya ordenación y composición denotan un profundo estudio, se cubre de pintura casi líquida. También se evidencia la influencia de Jasper Johns (1930) en la presencia de la letra concebida como figura.

En su segunda serie de Vocales, realizada cuatro años después, predominan el blanco y el negro. Más adelante el color volverá a poblar su obra, y con él sigue reivindicando en la actualidad su gusto por la pintura.