Aelbert Cuyp

(Dordrecht, Holanda Meridional, 1620-1691)

Mercurio

h. 1650-1660

óleo sobre cobre

70,4 x 42,3 cm

Nº inv. 449

Colección BBVA España


Aelbert Cuyp, destacado artista del siglo XVII en los Países Bajos, fue célebre por sus retratos de grupo al aire libre y sus paisajes de carácter idílico, reflejo de la Arcadia holandesa. Asimismo, durante la década de 1650, realizó escenas mitológicas ambientadas en naturalezas pintorescas, obras, como la presente, de clara influencia italiana.

La pieza, una alegoría del comercio, actividad fundamental en la vida holandesa de los siglos XVI y XVII, representa a Mercurio, dios del comercio y del mercado, a la vez que mensajero de los dioses y patrón de los viajeros. Cuyp recurre a la mitología tradicional, pero introduce algunas variantes. Muestra a un joven desnudo con sandalias en los pies (no aladas, como era habitual); el efebo helénico ha sido sustituido por un muchacho de rasgos neerlandeses, de cuerpo más robusto y carnoso que el modelo clásico; en la cabeza, el característico sombrero alado; completan su imagen el usual caduceo y un paquete de cartas –signo de su condición de mensajero− en una mano y, en la otra, las consabidas bolsas con monedas. Mercurio está de pie sobre la bola del mundo, junto a la que aparecen diseminados una serie de objetos −un cuaderno de notas, plumas, tinteros, sellos y pesas− que subrayan su valor alegórico.

Al plasmar la figura mitológica que protagoniza el cuadro se atiene en esencia a las convenciones del género; es sobre todo en el resto donde quedan patentes su gran sensibilidad plástica y las características propias de su estilo en la segunda mitad de la década de 1640. La introducción de vistas de montañas y la tenue iluminación dorada responden a un nuevo concepto de paisaje, importado de Italia por pintores que habían viajado a ese país. Utiliza también otro de los recursos habituales del momento: aplica una tonalidad más oscura en los primeros planos, que, al generar contraste con los colores suaves y claros del fondo, acentúa la perspectiva. La calidez cromática y la armonía de luces y sombras producen una sensación de serenidad que parece dejar la escena suspendida en un tiempo indefinido.

Es probable que esta obra sea la que aparece en un documento de venta a nombre de Johan van der Linden van Slingelandt, de 1785, junto a otra considerada un san Sebastián –aunque, según A. P. Mirimonde, debía tratarse en realidad de un Apolo, utilizado como alegoría en honor de Henri-Gaston de Bourbon, obispo de Metz, príncipe del Sacro Imperio y marqués de Verneuil−. Se supone que ambas pinturas, realizadas sobre cobre y separadas en dicha venta, eran las puertas de un pequeño armario para guardar monedas, algo habitual en la época. Más de un siglo después, en 1908, Cornelis Hofstede de Groot la recoge en su catálogo razonado de pintores holandeses. Se cree que, tras esta información, pasó por el mercado alemán y por diversas colecciones, siendo vendida en subasta en Lucerna en noviembre de 1953 y posteriormente adquirida por el Banco Exterior de España, cuyos fondos conforman una parte importante de la actual Colección BBVA.