Yves Tanguy

(París, 1900 – Woodbury, Connecticut, 1955)

La lumière de l‘ombre (La luz de la sombra)

1939

óleo sobre lienzo

61,2 x 50 cm

Nº inv. 5923

Colección BBVA España



Yves Tanguy es uno de los máximos exponentes del surrealismo. Artista autodidacta, desarrolla un trabajo de gran minuciosidad, en el que destaca la representación de espacios oníricos poblados por elementos de apariencia orgánica, que servirán de inspiración para los paisajes imaginados de Salvador Dalí (1904-1989).  

En la década de 1930, durante un viaje a África, Tanguy queda prendado de la belleza de sus formaciones rocosas y de sus puestas de sol, imágenes que se reflejan en las obras de esos años. Sobresalen en ellas sus tonalidades rosas y ocres y sus horizontes inacabados, poco definidos, tal y como muestra La lumière de l’ombre, tan característica de este periodo. En ella se aprecia una cierta ausencia espacial, derivada de la fusión de cielo y tierra en un solo ambiente en el que flotan aleatoriamente perfiles blandos y sinuosos y en el que existe un juego de contrastes de luces y sombras que nos recuerda a su mentor, Giorgio de Chirico (1888-1978).

El lienzo, de mediano formato, constituye un extraordinario ejemplo para ilustrar la combinación de códigos adoptados por Tanguy a lo largo de su carrera. En primer lugar, cabe señalar el tratamiento del fondo, ejecutado con una pintura muy diluida gracias al uso de poco pigmento y gran cantidad de disolvente, en el que se funden los tonos asalmonados y ocres, aplicados mediante amplios brochazos horizontales. Sobre él, uniformemente, a modo de escenario de la acción en el que no se distingue la línea del horizonte, se distribuyen esas formas viscerales, tentaculares, trabajadas con un cromatismo más corpóreo y acidulado, y que proyectan desmesuradas y marcadas sombras. Como colofón, resultan evidentes las tonalidades cristalinas −que Roberto Matta (1911-2002) también utiliza en sus obras− a base de un blanco etéreo, que confieren a esas formas un particular aspecto de transparencia.

Ante esta escena nos invade la sensación de estar observando a través del prisma de un ojo de buey, como si de un fondo marino se tratase. Sin embargo, la importancia que en el surrealismo adquiere el extraño mundo de los sueños lleva a ver en esta composición un onirismo cósmico, compatible, por otra parte, con la mencionada visión onírica del fondo marino. Como dato curioso cabe señalar que el artista no solía poner nombre a sus telas, las tituladas se lo deben a las sugerencias de amigos o colegas, que el pintor aceptaba con gusto.

Esta pieza aparece referenciada con el nº 239 en el catálogo del artista que en 1963 realiza Pierre Matisse. En él se reproduce una foto en blanco y negro en la que consta su título y fecha de ejecución, así como los datos de su propietario en ese momento (Hugh Chisholm, Jr.). A día de hoy se desconoce en qué fecha llegó la obra a Europa, pero entre los meses de abril y mayo de 1971 participa en una retrospectiva del artista en Turín (Italia). Hay noticias de que en 1988 se incluye en una exposición en el Centro de Arte Santa Mónica de Barcelona; en 1992 forma parte de la colección de una importante galería madrileña y, posteriormente, en 1996, figura en el catálogo de una casa de subastas. Por esas fechas es cuando ingresa en la colección del Banco Exterior (actualmente BBVA), siendo uno de los cuadros del siglo XX más significativos de sus fondos, pues se trata de una obra de excelente factura que corresponde a un periodo fundamental en la creación del autor, cuya producción es difícil de encontrar en colecciones públicas o privadas españolas.