Este óleo es un claro y excepcional exponente de la etapa de madurez en la pintura de Cossío, en la que las escenas portuarias y las marinas vuelven a centrar su composición. Aunque existen algunos antecedentes en los años veinte, no es hasta los treinta cuando se afianza su interés por estos temas, posiblemente tras su descubrimiento de la costa de Saint-Tropez, que le sirvió de detonante para evocar los escenarios cántabros en los que se había criado.

En esta escena portuaria, fechada en 1957, las formas se diluyen, se desdibujan en una bruma dorada a través de la cual se intuyen los perfiles del muelle y los barcos. Un escenario que se sitúa entre el mar y la ciudad con una serenidad formal muy poco frecuente.

Se trata de un paisaje imaginado, soñado, producto de aquel estilo de “pintura poética” de los españoles de la . Las grandes manchas de color y aquellas pinceladas curvas y largas muy marcadas flotando sobre la composición han sido sustituidas en esta marina dorada por restregados y empastes planos muy elaborados, con los que Cossío logra una luz y un color neblinoso, sutil y denso. Obra muy representativa de su vena melancólica y profundamente nostálgica y romántica.