Alfonso Michel

(Colima, 1897 – Ciudad de México, 1957)

Frutero con ocho cerezas

s.f.

técnica mixta sobre Fibracel

55 x 59 cm

Nº inv. CAB090

Colección BBVA México



Las fuentes de la pintura de Alfonso Michel, bien asimiladas, se rastrean en Henri Matisse (1869-1954), Pablo Picasso (1881-1973), Georges Braque (1882-1963) y Georges Rouault (1851-1958); de México, se advierte sobre todo la influencia directa de Rufino Tamayo (1899-1991). Aun así, la complejidad de sus bodegones, floreros, interiores y desnudos lo vuelve inclasificable.

Del
tardío adopta la estructura fractal de motivos (objetos de vidrio, espejos) que multiplican los ángulos al reflejarse mutuamente. Los léxicos de la
y del surrealismo trascienden en atmósferas enigmáticas y en figuras simbólicas: el mar, la muerte, los caballos.

Su intuitiva asociación entre motivos dispares, tan inexplicable como grata, suele alcanzar gran capacidad poética e introspectiva. En una composición sofisticada, y con su gama habitual de grises, rosas y azules, el pintor dispone en primer plano un frutero y un vaso, que parecen flotar sobre un fondo etéreo, deliberadamente inacabado.

El afán introspectivo y la metáfora se unen en la naturaleza muerta Frutero con ocho cerezas, probablemente ejecutada en la década final de la vida del autor. Ajeno a la ortodoxia del bodegón decimonónico, Michel crea un espacio artificial destinado a resaltar los valores plásticos del cuadro. La geometrización del volumen del recipiente dota a la imagen de una fuerza concéntrica, mitigada por la escala cromática de tonos pasteles. La materia cincelada con espátula o trabajada con pincelada ligera contribuye al efecto “escultórico”, que caracteriza no sólo a esta pieza, sino al conjunto de su parca producción, de escasas ciento sesenta obras (incluyendo dibujos, bocetos y piezas de cerámica).