La obra de Josep Amat se fundamenta principalmente en el paisaje, rural, urbano o marítimo, que trata con una gran sencillez formal, a la vez que configura sus escenarios con gran detalle.

La naturaleza, a la que tanto apego sintió, siempre constituyó un acicate para el artista, que elige el espacio a representar y estudia con esmero la incidencia de la luz que más se ajusta a sus necesidades. A continuación aplica el color con soltura, logrando otorgar a los elementos representados una esencia singular, alejada de la simple figuración de la realidad. La observación del entorno y su representación a través del color y de un dibujo de trazo único, rápido y limpio se convierten en máximas de su producción artística.

En este lienzo, Passeig (Paseo), se pueden apreciar las líneas del dibujo en algunos elementos del entorno como árboles y bancos, mientras que los viandantes aparecen sólo levemente esbozados.

La pincelada es suelta, vibrante y dinámica; con ella el artista logra crear una dualidad entre la realidad y la imaginación. La luz lo baña todo, una luz cenital propia de las horas centrales del día, a juzgar por la sombra que proyectan los árboles y bancos en el suelo. 

La obra irradia entusiasmo y vivacidad, animando al espectador a sumergirse en ese escenario en el que algunas figuras pasean, otras leen plácidamente y otras contemplan la inmensidad del mar.