Juan Ramón Luzuriaga

(Bilbao, 1938)

Dos figuras en un bote

1979

óleo sobre lienzo

65 x 54 cm

Nº inv. P00331

Colección BBVA España



Luzuriaga fue uno de los más destacados paisajistas del panorama vasco de posguerra. A lo largo de su trayectoria se centra en las representaciones marinas, y en especial en las escenas de la ría bilbaína, fuente inagotable de su iconografía. El artista llegó a interiorizar tanto este enclave que en numerosas ocasiones lo pintó de memoria, recreándose en él hasta elevarlo a arquetipo. Es importante señalar el papel fundamental que jugó la ría en los orígenes de la modernidad artística en el País Vasco, estrechamente vinculados al desarrollo industrial que experimentó la región desde principios del siglo XX. De este modo fue considerada símbolo de prosperidad para Bilbao y se convirtió en un emplazamiento muy atractivo para los creadores del momento.

Este lienzo corresponde a su etapa anterior a 1980, caracterizada por el predominio del dibujo y la construcción de elementos diáfanos de gran simplicidad, muy influido por el neocubismo de Daniel Vázquez Díaz (1882-1969). Sin perder la base formal, tiende a estructurar la realidad mediante planos, con una técnica muy delicada de veladuras y barridos de color. Así consigue plasmar una atmósfera dominada por las tonalidades grises propias de una escena industrial, pero de carácter más amable y delicado gracias a los efectos lumínicos reflejados en el agua, recurso que aporta gran plasticidad. A nivel compositivo, destaca el interés por distribuir la imagen en distintos planos mediante el uso intenso del negro en los elementos ubicados en primera línea −que contrastan con las suaves transparencias−, perdiendo tonalidad de manera gradual para generar profundidad.

Lejos de resaltar el carácter fabril propio del lugar, Luzuriaga lo representa con un acentuado toque poético. Consigue humanizar la escena, recurriendo a la creación de una atmósfera sutil, a base de suaves veladuras grises y ocres que, junto al estudio de la luz, conforman una gama cromática de gran riqueza. El carácter lineal, que elimina el aspecto sólido inherente a un escenario industrial, hace que las formas parezcan flotar. Una imagen que se diría más evocada que tomada directamente del natural, cuyo objetivo es transmitir calma y sosiego frente al enérgico ritmo propio del entorno. Esta quietud, que puede remitir a la estética oriental, responde al interés de Luzuriaga por interpretar la realidad desde un prisma lírico, para crear una pintura pura y silenciosa, alejada de lo anecdótico.