José Luis Zumeta

(Usurbil, Guipúzcoa, 1939 - San Sebastián, 2020)

Sin título

h. 1970

óleo sobre lienzo

100 x 81 cm

Nº inv. P00906

Colección BBVA España



José Luis Zumeta comienza a cultivar la abstracción en la década de los 60, tras un fértil viaje a París (1959) que le descubrirá, junto al trabajo de autores como Karel Appel (1921-2006​), Willem de Kooning (1904-1997) o el
, las posibilidades expresivas del color: "Para mí el color es el pilar básico para continuar con una pintura. El color es emoción, y a través de las emociones se crea una energía que da
sentido a todas las cosas. La forma se adquiere gracias a los colores”. A su regreso a España un año más tarde, se integra en el grupo de artistas que trataron en esta época de conectar el panorama español con las corrientes vanguardistas internacionales y se convierte en vehículo de difusión del
en un contexto en el que la creación propia del País Vasco se había identificado con la sobriedad y la solemnidad. En este sentido se encuentra su participación en el
a través de su adhesión a la sección guipuzcoana, el
.

En la extensa y ambigua producción de Zumeta encontramos una magistral combinación de naturaleza y geometría, que en este periodo de juventud se inclina más hacia la presencia de lo orgánico. Piezas como esta abren una etapa que tiene comienzo en la década de los 70 y que coincidirá con un momento en el que la pintura abstracta cobrará una mayor popularidad y valoración en la escena nacional, contribuyendo a hacer prosperar la situación del artista.

Una serie de relieves planteados en madera, en los que ya aparecen las formas laberínticas y las tonalidades intensas, pronto darán paso a lienzos como el que aquí nos ocupa. Frente a la escultura, el traslado de sus composiciones a las dos dimensiones le permitirá una mayor libertad y flexibilidad para elaborar estas configuraciones enmarañadas y complejas que se entrelazan en un fondo verde.

Su obra se caracteriza por su naturalidad e inmediatez, una pintura de acción que realiza de manera directa y sin premeditación o artificio. Dispone sobre la superficie las manchas de óleo- durante estos años frecuentemente brillantes y saturadas- para posteriormente trazar con pincel una serie de líneas negras muy gestuales que delimitan un sinnúmero de inclasificables figuras imaginadas. Fiel defensor del expresionismo, desarrolla una actividad muy visceral, guiada por la intuición y muy vinculada a sus estados de ánimo.