Pintor francés que destacó como retratista de la aristocracia europea durante la primera mitad del siglo XIX, se formó en el taller de Nicolas Gosse (1787-1878) y de Antoine-Jean Gros (1771-1835), a caballo entre el y el Romanticismo. Desarrolló un estilo caracterizado por la importancia del dibujo, el estudio detallado de la composición y el uso de un cromatismo brillante y contrastado, rasgos que podemos constatar en esta obra. A su vez, se aprecia el dominio de la técnica, muy en la línea del , con una factura tan impecable y minuciosa que apenas permite apreciar la pincelada, lo que contribuye a producir una sensación de distanciamiento con el espectador.

Firmado y fechado en la parte inferior izquierda, este retrato representa a Marie-Théodore de Gueilly Rumigny, marqués de Rumigny, tal y como indica la inscripción Général Marquis de Rumigny / aide de camp de S.M. le Roy Louis Philippe, de la mano del propio artista. Se trata de un importante general del ejército francés, que en 1818 se convirtió en ayudante de campo del rey Luis Felipe (1773-1850) y posteriormente obtuvo varios ascensos consecutivos. Dedicado a servir fielmente al rey, luchó en varias ocasiones en su defensa, hasta que la Revolución de 1848 obligó a Luis Felipe a abdicar y huir con su familia a Reino Unido. Rumigny tuvo que abandonar Francia, acompañando al monarca, retirándose oficialmente de la carrera militar pocos meses después.

Es probable que esta pieza se trate de un encargo especial del general en un momento en el que gozaba del máximo prestigio militar. En 1831, fecha en que se data este lienzo, el rey le nombra encargado de su comisión en el oeste del país, tarea que su energía y moderación le llevan a realizar de manera muy eficaz.

Retratado con pose elegante y gesto solemne, Rumigny aparece presidiendo el campo de batalla. El atuendo militar, en el se distingue la medalla de la Ordre National de la Légion d’Honneur correspondiente al grado de Commandeur, pone de manifiesto su gran prestigio. Al fondo se aprecia una formación militar –posiblemente una referencia a alguna de las batallas que lideró−, detrás de la que se extiende un paisaje con tratamiento abocetado e iluminación más efectista. Es importante señalar que, durante la primera mitad del siglo XIX, la interpretación de los diferentes elementos del paisaje solía obedecer, más que a la representación de un paraje real, a una elaboración personal basada en la creatividad del artista. Este recurso le permite crear un escenario a modo de telón de fondo que envuelve la escena en una atmósfera muy particular y dota a la obra de un aire inquietante a la vez que melancólico.

Cabe destacar la calidad del marco, original del siglo XIX, realizado en conífera con decoración de , y dorado en oro fino mediante la técnica de y , combinando así zonas bruñidas y mates. Responde a la tipología de finales del estilo Borbónico o de la Restauración (1814-1830), con características de principios del período conocido como estilo Louis-Philippe −en referencia a la estética predominante durante el reinado de Luis Felipe−, con una ornamentación más  armoniosa y estilizada. Estos rasgos, junto a la coincidencia con la fecha de ejecución de la obra, llevan a pensar que puede tratarse del original realizado expresamente para esta pieza. Confeccionado con una técnica muy delicada, está constituido por una entrecalle de y un filo decorado con moldura de . Las esquinas destacan por su ornamento, compuesto por relieves de gran riqueza; el centro está formado por una madreselva o palmeta desde la cual parten volutas enrolladas con distintos motivos, entre otros rosetas, racimos y flores de loto.