La composición y temática de este lienzo es un claro ejemplo del trabajo habitual de Chrétien, que se especializó en las representaciones de rincones urbanos del pintoresco y bohemio barrio parisino de Montmartre, también conocido como el barrio de los pintores.

Esta encantadora y empinada callejuela, que en el siglo XIX reemplazó al antiguo camino que desembocaba en el ya desaparecido abrevadero que le dio nombre, ha sido plasmada en numerosos óleos de artistas de la época, como es el caso de Maurice Utrillo (1883-1955), y era escenario habitual de ese París bohemio poblado de artistas.

En este lienzo cabe destacar el uso de la luz, que resuelve con destreza las sombras de una iluminación de mediodía casi cenital. La composición se estructura en torno al eje de la calle, y al fondo se vislumbra la cúpula de la Basílica del Sacré Coeur. La arquitectura cobra protagonismo, al tiempo que se documenta la simplicidad de la vida cotidiana.