Anónimo

Cristo de la Piedad con la Virgen, San Juan y Santos

finales del siglo XV

óleo sobre tabla

60 x 184,5 cm

Nº inv. P01977

Colección BBVA España



Predela o banco de retablo compuesto por cinco tablas enmarcadas de tracería gótica, separadas entre sí por pilastras que sustentan la tracería con que se decora la chambrana de la parte superior de cada tabla mediante arcos conopiales con cardinas pinjantes.

En la tabla central se representa un Cristo de la Piedad (Imago pietatis), iconografía derivada de una de las dos versiones de Varón de Dolores que consiguieron mayor popularidad en la Baja Edad Media: el Cristo de la Piedad de la misa de San Gregorio y el Cristo de las Cinco Llagas.

Como es habitual en esta iconografía, Cristo aparece con los brazos cruzados, mostrando la herida del costado, incorporado en su sepulcro (Christum in sepulcro) y rodeado de los atributos de la Pasión.

La representación del Cristo de la misa de San Gregorio tiene un significado sacramental (la identificación del vino y el pan de la eucaristía con el cuerpo y la sangre de Cristo). La imagen derivaría de un icono bizantino ofrecido por Gregorio Magno (papa entre 590 y 604) a la basílica romana de la Santa Cruz de Jerusalén, que se asocia a un milagro acontecido mientras San Gregorio decía misa. Se trata de una variante del Ecce Homo, pero se distingue porque tiene las heridas del costado y las manos que se producen durante la crucifixión. El tema apareció en Occidente a partir de mediados del siglo XIII, alcanzando su mayor popularidad a partir del jubileo de 1350, ya que los peregrinos a los que se exhibió el icono de la citada basílica extendieron su devoción por toda Europa. El Cristo se representa con la barba partida, de acuerdo con los modelos flamencos.

Hay algunos elementos iconográficos identificativos de la Pasión de Cristo que aparecen representados en esta tabla: la espada con la que Simón Pedro cortó la oreja a Malco, un sirviente del sumo sacerdote Caifás (evangelio de San Juan), los clavos (arma Christi), la esponja con vinagre que le dan para calmar su sed y los dados con los que los soldados se rifaron sus vestidos, la lanza con la que le hirió Longinos y la bolsa de las monedas. Además aparece una higa, aludiendo quizás al escarnio de Cristo, iconografía recurrente en algunas tablas en las que se representa la misa de san Gregorio (Monasterio de Santa Clara de Palencia, actualmente en el Museo Arqueológico Nacional); por su parte la trompeta aludiría a la resurrección y ascensión de Jesús a los cielos. La presencia de esta iconografía vinculada a la figura de Cristo nos hace pensar que la predela pudo formar parte de un retablo dedicado a San Gregorio.

De izquierda a derecha aparecen San Antonio Abad, la Virgen, San Juan y San Blas, todos ellos con sus atributos iconográficos. Las figuras de la Virgen —con su tradicional manto azul—- y San Juan se giran hacia Cristo, en una composición que nos recuerda la representación tradicional del calvario. Por su parte, San Antonio Abad aparece con su iconografía habitual, como un anciano barbudo, vistiendo sayal con capucha —prenda común de los monjes de su orden— y con algunos de sus atributos: la tau bordada en su ropaje, la esquila destinada a ahuyentar a los demonios y el libro de la regla de los antonitas. San Blas aparece tocado con una mitra, guantes pontificales bordados y su atributo habitual, el rastrillo con el que había sido desgarrado. La riqueza de sus vestiduras y la cruz patriarcal que remata su báculo apuntan a su origen oriental.

Circunda sus cabezas un nimbo dorado, formado por dos anillos concéntricos que resaltan en relieve. Este tipo de nimbo se acerca al utilizado por Miguel Jiménez, pintor de origen castellano natural de Pareja (Guadalajara), pero afincado en Aragón, documentado en Zaragoza de 1462 a 1505.

El artista concede gran importancia a los elementos ambientales. Las figuras destacan sobre una rica balaustrada de piedra en la que se han labrado motivos geométricos y un fondo de paisaje que ayuda a situarlos y acentúa la sensación de espacio. El canon de las figuras es alargado y el modelado de los ropajes aumenta la sensación volumétrica. Tanto la Virgen como San Juan y San Blas lucen amplia indumentaria con voluminosos pliegues, sobre todo en el caso de ambos Santos, de ricas telas y trabajadas borduras. El naturalismo de los rostros, el estudio de la anatomía y la búsqueda de perspectiva nos sitúan en un gótico tardío.