Vicente Ameztoy

(San Sebastián, 1946 ─ 2001)

Sin título

h. 1972

óleo sobre lienzo

54 x 65 cm

Nº inv. P03084

Colección BBVA España


Las obras de Vicente Ameztoy, sus cuadros, sus cajas y sus muñecos, son el resultado de la confluencia de sentimiento vasco, arraigo y enclave natural, con magia, trampa y espejismo. Ameztoy pinta despacio y de forma minuciosa; el realismo de su figuración juega con la percepción, creando contradicciones, y utiliza un lenguaje irónico, entre verdad y mentira. Trabaja al óleo, con muy poca materia y de manera muy seca, a base de tenues veladuras que condicionan la labor de conservación y restauración.

En marzo de 1973 la Galería El Pez (San Sebastián), le dedica una exposición individual, en la que presenta treinta y ocho óleos, paisajes que invierten los elementos cielo y tierra. Esta obra Sin título, que fue fechada por Javier Viar −director del Museo de Bellas Artes de Bilbao de 2002 a 2017− como de 1972-1973, se puede incluir, por concordancia temática, en el conjunto de piezas que representan esta línea de investigación.

Durante ese mes, el artista concedió varias entrevistas a periódicos locales, en las que explicaba cómo había abandonado temporalmente la pintura de retrato para centrarse por completo en el lenguaje del paisaje, que trataba como un personaje. En entrevista al periódico Unidad (9/3/1973) comenta que sus paisajes son pacíficos porque se inspira en el espacio en el que vive: desde 1970 reside con su familia en la casona Etxe-Ondo (Villabona, Guipúzcoa), rodeado de una naturaleza apacible, que describe como “paradisíaca”. Este cambio de ambiente, del mar al campo, había influido en la conformación de su imaginario pictórico. Añade, además, que, aunque sus paisajes nacen de la observación de la naturaleza, sus impresiones personales interfieren y producen alteraciones, interacciones únicas entre cielo y tierra, cuyo límite es difuso por fenómenos como la niebla, que fluye en ambos planos. El artista traslada estas reflexiones a su estudio, evita copiar del natural para generar una realidad falseada, para imaginar otras realidades posibles. 

En esta pieza, un fragmento de la montaña parece desprenderse y flotar en el cielo. El corte de separación es limpio: se trata de dos líneas que, procedentes del cielo, invaden la tierra, como dos ríos rectos que convergen en un punto. En la producción de Ameztoy existe toda una vía investigativa en la que figuras geométricas incursionan en la organicidad del territorio. Contextualmente, estas exploraciones se inscriben en el auge internacional del
de los años setenta, con artistas como Christo (1935-2020), que instala grandes lonas generando irrupción en el paisaje salvaje. En la pintura del autor vasco, la inclusión de bloques geométricos en el bosque es templada, silenciosa, y a la vez es un corte duro, que rompe con la ilusión óptica de su realismo. La inserción de la construcción recta en lo orgánico surge de la escucha de su territorio, la atención a la quietud, el avance de las nubes, los reflejos en los lagos.