Pintor, cartelista y escenógrafo, García Ergüin es un artista inclasificable, muy arraigado en Bilbao, su ciudad natal. A lo largo de su trayectoria, e influida por las corrientes internacionales, su producción evoluciona desde la figuración expresionista hasta una progresiva abstracción esencialmente lírica. Esta transición surge de manera natural al centrarse en la expresividad de la mancha y el color, una herencia de la tradición pictórica española, a la que se añade la aportación de recursos plásticos propios de gran calidad técnica.

Aunque abordó diversas temáticas, el paisaje es considerado el protagonista absoluto de su obra. Es el caso de este lienzo, claro ejemplo también de su evolución estilística. Pertenece al inicio de la década de los noventa, que abre una etapa de fecundo trabajo y fortuna crítica, en la que el autor lleva a cabo una serie de piezas basadas en los cielos de Lanzarote. Es importante destacar la profunda relación que, desde su primera estancia, en los años setenta, mantiene con la isla, cuyo entorno tendrá un especial poder evocador que nunca le abandonará y que plasmará en una parte fundamental de su producción.

En Luz amarilla verde podemos observar cómo, a partir del cielo cargado de calima tan propio de esas tierras isleñas, configura una obra de gran impacto visual y de suma elegancia pictórica. En su ejecución, el artista se deja llevar por la pintura: la referencia desaparece, y convierte el celaje en una composición abstracta de connotaciones claramente poéticas, incluso de acentuado lirismo. La pincelada suelta y enérgica hace patente su maestría técnica a la vez que su extraordinaria sensibilidad, creando un paisaje de carácter sublime, en el que la representación de un fenómeno lumínico sirve para evidenciar un trasfondo espiritual.