Referentes femeninos en la Colección BBVA: Eva Lootz


De origen austriaco, pero afincada en España desde su llegada en 1967, Eva Lootz (Viena, 1940) es una artista determinante para el desarrollo del arte español de la segunda mitad del siglo XX. En 1994 recibe el Premio Nacional de Bellas Artes, que supone el reconocimiento definitivo a su innovadora aportación al patrimonio cultural español.

Las piezas presentes en la Colección BBVA, S/T (1978) y Peine (1983), corresponden a un periodo temprano en su producción en el que el interés por la materia las relaciona con el
o el
. En ellas la huella de la artista desaparece para aludir, de distintos modos, al paso del tiempo; se convierten así en la memoria de un proceso, en un indicio de lo ocurrido.

En etapas posteriores, su obra se torna cada vez más comprometida, vinculándose a movimientos como el ecologismo o el feminismo, hasta la defensa de un arte emancipador y responsable, con capacidad para transformar la vida. Esta tendencia se ve reforzada por la disposición de Lootz para teorizar acerca de su trabajo, quizás asociada a su formación filosófica.

A lo largo de la última década ha obtenido el Premio MAV Mujeres en las Artes Visuales (2010) y el Premio Arte y Mecenazgo (2013).

Pregunta. Tus propuestas artísticas de los años 70, cercanas al Arte Minimal o al
, suponen una innegable influencia en el panorama artístico español del momento, ¿qué te llevó a elegir estos lenguajes como medio de expresión?

Respuesta. Soy hija de la postguerra centroeuropea. Crecí en Viena, una ciudad en la que los edificios principales como el Parlamento y la Catedral estaban en ruinas y la Ópera había sido pasto de las llamas. Es decir, di mis primeros pasos entre los escombros de la Segunda Guerra Mundial. Una guerra atroz que, como fui comprendiendo con los años, hizo polvo a la generación de mis padres. Pienso con mucha ternura y agradecimiento en esa generación, que fue también la de las profesoras que nos enseñaron, de manera amable y competente, en el instituto. De todos modos, en mi casa había una buena biblioteca y estaba llena de libros de arte y me gustaba el arte, pero tenía claro que había que hacer arte de otra manera, que ya no servían los cánones académicos establecidos. De entrada, en cuanto pude, me fui del país en el que me había criado. Fue una ruptura radical y además me vine con lo puesto. No se trataba sólo de cuestionar determinados aspectos o matices de la sociedad, y seguro que entonces aún no había comprendido como lo comprendo ahora, que lo que se produjo con la Segunda Guerra Mundial y se agravó 40 o 50 años después con la revolución digital que estamos viviendo todavía, es una crisis civilizatoria que solo puede compararse con la que se produjo con la caída del Imperio Romano o el Cisma del cristianismo en el siglo XVI.

Pero volviendo a mi aterrizaje en España y la manera de enfocar el trabajo: lo que no quería hacer de ninguna manera era plasmar ideas, percepciones o vivencias, no quería hacer afirmaciones personales, porque estas afirmaciones hubieran sido la expresión de una subjetividad producto de una sociedad que no aceptaba. Por eso dije aquello de “lo que yo pudiera tener que decir no me interesa lo más mínimo”.

El problema que se planteaba en este caso era cómo esquivar, cómo eludir esa subjetividad. Y la única manera que encontré para hacerlo era vaciar las obras de contenido, liberar los soportes de su forma convencional y convertir las obras en prueba, testimonio y huella de procesos materiales. Presentar la singularidad de lo que hay de la manera más neutra posible. Dejar que las propiedades de la materia misma “hicieran” la obra. Crear un escenario de atributos, un teatro de la materia. “Producir para ser producido”, decíamos entonces, frase que acuñó mi amigo, el filósofo Patricio Bulnes.

Evidentemente hay en este planteamiento cierto paralelismo con el arte Minimal.
Eva Lootz - Peine - 1983
1983
Eva Lootz - Sin título - 1978
1978