P. La Colección BBVA cuenta entre sus obras con S/T (1978) y Peine (1983), piezas tempranas en tu producción en las que aparece ya tu interés por el proceso y el cambio, ¿cómo se relacionan estas obras con tu producción actual?
R. Si la primera pieza está relacionada con ese momento crucial en el que sustituí los líquidos de la pintura por la parafina y eliminé el bastidor, la segunda pieza, el “Peine” de latón, está en relación con el pelo y el hecho de peinar.
El peine es una herramienta que prácticamente no ha cambiado desde el neolítico, sirve para desenredar aquello que nos crece sobre la cabeza, muy importante para la mujer pero también para los humanos en general, porque son la prueba más evidente de la capacidad de nuestro cuerpo de regenerarse, son la marca del tiempo de nuestro cuerpo. Nos cortamos el pelo, y la mayoría de las veces, tiramos ese resto. Los pelos son algo íntimo que despierta reacciones contrapuestas, rechazo lo mismo que veneración, contienen nuestro ADN y están también relacionados con la sexualidad.
En casi todas las culturas aquellos que hacen voto de castidad lo muestran en el pelo, monjes, monjas, sacerdotes y ascetas. El pelo es el material arcaico por excelencia.
A lo largo de los años he hecho cantidad de “peines” y he hecho también obras con pelos. He “escrito” sobre la pared con pelo (por ejemplo en la exposición “…Con pocas palabras” en la Villa Romana en Florencia, 2003) y he hecho piezas con crin de caballo, así como “lenguas peludas”.
Todo ello remite a un interés antropológico que siempre ha estado presente en mi desde la adolescencia, debido precisamente a ese descontento con la sociedad conocida, y eso está estrechamente relacionado con mi última exposición en el Museo Patio Herreriano de Valladolid “El reverso de los monumentos y la agonía de las lenguas”, que hacía alusión a la enorme cantidad de lenguas autóctonas en peligro de extinción y con ello a la desaparición de etnias y culturas en América Latina.
P. Cada vez se están realizando más esfuerzos en reducir la brecha artística en el mundo del arte, en rescatar y en crear referentes femeninos que dibujen un panorama más plural. ¿Cuáles fueron tus referentes cuando comenzaste? ¿Había entre ellos alguna figura femenina?
R. En cuanto a las referencias de los años 70 mencionaría a los integrantes del Black Mountain College con John Cage a la cabeza, pero también la obra de Morris Louis con su técnica del derrame.
La obra de Eva Hesse, de Louise Bourgeois la empecé a conocer en los años 80, así como la obra de Joseph Beuys. De los años 70 destacaría la importancia que tuvo el ciclo que tuvo lugar en el Instituto Alemán de Madrid “Nuevos Comportamientos Artísticos” (1974) organizado por Simón Marchán Fiz, con la presencia de Timm Ulrichs, Stuart Brisley y Wolf Vostell. En cuanto a autoras femeninas, conocía la obra de Paula Modersohn-Becker, de María Blanchard, Hannah Höch y Käthe Kollwitz, pero no tuvo mayor importancia para mí.
P. La situación vivida este año ha puesto énfasis en la eterna necesidad de reinvención de la cultura para adecuarse a las circunstancias. En repetidas ocasiones has hablado de los peligros de la alienación del ser humano ante el constante influjo de imágenes que recibe y que quizás en el último año se ha visto acrecentada por el uso de las pantallas. ¿Cuál crees que podría ser el papel del arte en este contexto? ¿Qué oportunidades encuentras en el empleo de las nuevas tecnologías para la mediación artística?
R. Pienso que la adicción a las pantallas, inducida voluntariamente por las empresas tecnológicas que utilizan estímulos nerviosos cada x segundos para atrapar al espectador, exige una campaña masiva que debe formar parte de la educación básica. Exige una campaña de vacunación igual que se vacuna contra la poliomielitis o la varicela. Hay que enseñar el uso de los ordenadores, de las pantallas y de la red, igual que se enseña a leer o el uso de cuchillo, cuchara y tenedor, como las herramientas útiles que son e inmunizar contra la dependencia. No es tarea del arte sino de la educación básica.
Lo que sí puede y debe el arte es activar y potenciar el contra-flujo de la reificación generalizada.
De mil maneras aportar experiencias, hablar a los sentidos, generar preguntas, cambiar las maneras de mirar, crear afinidades, convertir a zombis en personas. Las nuevas tecnologías son útiles para la mediación y la difusión, sin duda, y cambiarán también las maneras de hacer arte, las están cambiando ya.
Y puede que a generaciones futuras ya no les importe la singularidad de lo vivo, los que estamos atravesando esta pandemia, sin embargo, sentimos que es estupendo poder ver a John Coltrane en una pantalla, pero ¿quién no lo cambiaría por escucharle en el Village Vanguard?
Entrevista realizada en abril de 2021. Fotografía: ©Eva Lootz