Francisco de Goya y Lucientes

(Fuendetodos, Zaragoza, 1746 – Burdeos, 1828)

Carlos III cazador

h. 1787-1788

óleo sobre lienzo

209 x 125 cm

Nº inv. 443

Colección BBVA España



Se sabe que Goya fue recibido por primera vez ante el Rey en 1779, y que el monarca visitó el estudio del maestro, tal como se menciona en la correspondencia del artista con Martín Zapater (1747-1803). Entre esta fecha y la muerte del monarca (1787) no se tienen referencias documentales de que Carlos III posara para Goya, lo que ha hecho pensar que el aragonés utilizó en la realización de este lienzo recuerdos visuales u obras de otros artistas, como el retrato oficial del monarca pintado por Anton Raphael Mengs (1728-1779).

Goya sólo realizó dos modelos de retrato del monarca: el que le representa en traje de Corte (Banco de España) y en el que aparece vestido de cazador, con el perro dormido a sus pies.

La composición es heredera directa de los retratos de caza de Velázquez que Goya dibujó y grabó en sus primeros años en Madrid, en especial de los que pintó para la Torre de la Parada. De ascendencia velazqueña es la disposición compositiva, respetando la distribución en franjas diagonales, destacándose la figura sobre un paisaje bañado de luz, pero con una paleta diferente, más clara, con coloraciones azules y rosas emparentadas con el cromatismo suave de los cartones para tapices.

Tal y como señaló Julián Gallego, la principal diferencia se encuentra en la actitud del monarca, ya que el sentido del arte de la caza es distinto, se ha transformado. Si en tiempos de Felipe IV y Velázquez la caza era, ante todo, una disciplina preparatoria para la guerra, en época ilustrada se convierte para Carlos III en un divertimento, de ahí que esté representado descansando el arma.

Se conocen dos ejemplares de similares características, uno de ellos se conserva en el Museo Nacional del Prado y el otro pertenece a la colección de la Duquesa de Fernán Núñez; además de algunas réplicas de menor calidad en el Ayuntamiento de Madrid y en la Colección Lord Margadale (Reino Unido).

Existe cierta controversia a la hora de fechar este retrato. Según Xavier de Salas podría ser el primero realizado por Goya de todas las réplicas que existen del Rey cazador, considerándolo pintura temprana dentro de la producción del aragonés. Para Salas, la semejanza del rostro con el del retrato con casaca conservado en el Banco de España y del que se documenta el pago en 1787, sólo indica que lo había pintado antes de esa fecha. Por su parte, Sánchez Cantón lo considera de 1786-1787, pues recuerda a los cartones de Las floreras y La vendimia de ese mismo año. Otros especialistas lo consideran más tardío, de hacia 1787-1788, próximo al momento en que se inicia su carrera de retratista de moda entre la intelectualidad madrileña.

La preparación rojiza que ha trepado en algunos puntos oscureciendo las carnaciones, el tratamiento del paisaje y la rudeza del dibujo parecen confirmar que podría tratarse del primer intento de retrato de cazador, ya que en los otros ejemplares no parece que la preparación sea roja ni que trepe ensombreciendo la tonalidad general.

En todo caso, este retrato muestra algunas de las características del Goya más personal en el tratamiento del rostro, curtido por el sol y el aire libre, con las arrugas marcadas y un gesto de ironía, resultando una interesante interpretación que combina la personalidad de un ilustrado, amante de la naturaleza, con la de un cortesano.

Era conocida la pasión de Carlos III por la cinegética. Vestido con traje de caza y expresión jovial, apoya la escopeta en el suelo durante un descanso. Junto a sus pies, su perro duerme, recogido sobre sí mismo, dejando ver en el collar la inscripción “REY N. Señor”. La figura del monarca, rematada por el oscuro sombrero de tres picos, se recorta sobre un paisaje de gran profundidad en el que se perfila la sierra de Guadarrama bajo un luminoso cielo azul.

De esta forma vemos representado a Carlos III, hijo de Felipe V y de Isabel de Farnesio. Durante su reinado realizó importantes reformas, en la línea del despotismo ilustrado, entre las que destacan el intento de mejora de la Hacienda Real mediante la emisión de vales reales —como primer papel moneda— y la creación del primer banco estatal, el Banco de San Carlos. También puso freno al poder eclesiástico, limitando la adquisición de bienes raíces  por parte de esta institución y recortando la jurisdicción de la Inquisición. En 1766 hubo de superar el “Motín de Esquilache”, instigado por la nobleza y el clero contra los aires renovadores que Carlos III intentaba instaurar en España.