Daniel Vázquez Díaz

(Nerva, Huelva, 1882 – Madrid, 1969)

Ventana sobre Portugal

h. 1922-1923

óleo sobre lienzo

73,2 x 56 cm

Nº inv. P00162

Colección BBVA España



Vázquez Díaz fue una figura clave en la renovación pictórica vasca. Gracias a él, la mayoría de artistas locales configuraron un nuevo lenguaje basado en la interpretación personal del
, como vemos en esta pieza, claro ejemplo de cómo el pintor consigue fusionar tradición y modernidad.

El conocimiento que el artista había adquirido de las vanguardias históricas durante su estancia en la capital francesa, y su contacto con el poscubismo a partir de 1918, tras su reinserción en el panorama de renovación cultural madrileña, hace que en sus obras de esta época se mantenga el cromatismo vanguardista y la superposición de formas; una “figuración geométrica-constructiva”, como la han denominado algunos especialistas.

La llegada de Vázquez Díaz a Portugal en 1922 se convierte en uno de los acontecimientos más importantes de la temporada artística portuguesa, exponiendo en Lisboa, Oporto y Coimbra. Además de entrar en contacto con el grupo de futuristas del país, el artista descubre el color y la luz local, que reflejará en su producción. De su estancia surgieron las series Ventanas de Portugal y Escenas de Portugal, obras de carácter muy luminista.

Este lienzo pertenece a la primera de las series mencionadas, de las que existen varias versiones muy similares entre sí, en las que, con la pecera en primer término, se vislumbra desde una ventana un horizonte de arquitecturas desnudas dispuestas de manera escalonada, casi piramidal, donde solo mantiene las palmeras. Cabe destacar que la inclusión de la ventana es algo recurrente en la trayectoria de Vázquez Díaz, bien como punto desde el que se establece la composición o como fondo de la misma, para conseguir así profundidad y contraste lumínico.

Los perfiles arquitectónicos, reducidos a la bidimensionalidad y cuyos vanos incluso se han suprimido,  se plasman directamente en el paisaje y también a través del cristal de la pecera, convertidos en planos de color sinténicos, planteamiento que denota el influjo del
.  Es una representación urbana, desértica y melancólica, sin figuras humanas, en la que la luz es la principal protagonista. Los finísimos tonos fríos de la paleta azulada, que ya venía utilizando en sus paisajes vascos, dotan a la composición de una delicadeza y sensibilidad casi aérea.